ANTIBIÓTICOS NATURALES
La creciente resistencia de las bacterias a los antibióticos químicos nos obliga a buscar otros remedios que nos ayuden a combatir eficazmente a los gérmenes que nos acechan. Son muchas las alternativas naturales que tenemos a nuestro alcance.
“Mientras que los antibióticos utilizados racionalmente tienen su lugar en la práctica médica, el uso y el abuso tanto en la clínica como en la agricultura de los antibióticos está produciendo generaciones de bacterias resistentes; las infecciones se agravan y el paciente no se cura”. Así se expresaba G.P. Kent en un simposio celebrado en Dallas (Texas) en septiembre del año 2000 dedicado al uso y abuso de los antibióticos.
Se trataba de una señal de alarma más ante el empleo masivo e irreflexivo de antibióticos que en muchos casos no sólo se han convertido en productos químicos carentes de eficacia, sino con efectos perjudiciales.
Las primeras señales de alarma saltaron cuando algunos hospitales de todo el mundo anunciaron que la vancomicina, un potente antibiótico, era incapaz de combatir el staphylococcus aureus, la bacteria responsable de muchas infecciones hospitalarias. Ocurre lo mismo con la penicilina: un 40% de las cepas de streptococus pneumoniae, responsable de neumonías, meningitis y otitis se ha vuelto resistente total o parcialmente a la misma. Más peligrosas aún se han tornado algunas cepas de enteroccoccus (capaces de provocar graves infecciones del tracto urinario y las válvulas cardíacas) que se han vuelto resistentes a todos los fármacos existentes en el mercado.
“Esta situación plantea la desconcertante posibilidad de que llegará un momento en que los antibióticos, como sistema terapéutico, tendrán interés desde un punto de vista histórico”, ha advertido el doctor Stuart Levy, experto de fama mundial sobre la resistencia a las bacterias. Ya quedan incluso lejos los tiempos en que gracias a las investigaciones de Alexander Fleming, E.B.Chain y Howard Walter Florey, dispusimos del primer antibiótico de la historia, la penicilina. Se creyó entonces que aquello supondría el fin de las infecciones y de muchas epidemias. Sin embargo, sesenta años después los agentes patógenos que las provocan han aprendido a combatir nuestras armas químicas. Ya lo había advertido Fleming en 1945: “El uso indiscriminado de la penicilina acabará provocando el desarrollo inevitable de bacterias resistentes”. Y eso que entonces no se sabía que las bacterias, además de comunicarse de forma inteligente entre sí son capaces de prevenir estratégicamente el ataque de otros medicamentos cuando se hacen resistentes a uno. Así pues, cualquier intento de destruirlas está destinado a fracasar tarde o temprano porque además, según señala el doctor Jeffrey Fisher ”las bacterias producen una nueva generación cada veinte minutos, y se multiplican 500.000 veces más deprisa que nosotros”.
¿Qué alternativas tenemos, pues, para combatir a las nuevas cepas de superbacterias que hemos creado con nuestro uso implacable e indiscriminado de antibióticos químicos tanto en hospitales como en las grandes explotaciones agrarias?
Sin duda tenemos un problema grave, según observa Stephen Harrod Buhner, autor del libro “Antibióticos naturales”:
“La era de los antibióticos se ha acabado. El grado y velocidad de evolución de las bacterias son tan rápidos que los nuevos antibióticos generan resistencia en muy pocos años en lugar de las décadas que necesitaban antes. Es un futuro estremecedor. Pero quedan unos rayos de esperanza”.
Efectivamente, los científicos señalan que si empezamos por reducir drásticamente el uso de los antibióticos en la producción ganadera y avícola (los alimentos cárnicos, pollos y huevos que nos venden están con frecuencia contaminados con bacterias como el campylobacter y la salmonella, que se han vuelto resistentes a los antibióticos) y limitamos su uso a los casos de amenaza grave para la salud, quizá podamos superar al menos parte del problema porque… ¡los investigadores han descubierto también que cuando las bacterias no topan regularmente con antibióticos, empiezan a olvidar cómo resistirse a ellos!
Un retorno a las prácticas agrícolas, ganaderas y médicas de antaño, así como una toma de conciencia en relación con la importancia de mantenernos sanos y aprender a fortalecer de forma natural nuestro sistema inmunitario son nuestras mejores armas para enfrentarnos contra nuestros microscópicos enemigos.
Aunque afortunadamente nuestro cuerpo dispone de un conjunto de mecanismos que nos sirven de protección natural contra dichos microorganismos, la alimentación deficiente, el tabaco, el alcohol, la higiene, el consumo continuado de fármacos y otros hábitos de vida insanos debilitan nuestra salud y favorecen el terreno para la invasión de los mismos.
Son muchos los estudios documentados sobre algunos virus y bacterias que pueden aumentar su virulencia en un organismo con carencias nutricionales específicas, entre ellos el selenio, el zinc, el manganeso y otros micro-nutrientes. Esto es más grave de lo que creemos porque también se ha demostrado que algunas especies no patógenas de microrganismos se han convertido en patógenas al incubarse en personas con deficiencias de varios nutrientes. Así pues, para mantener el sistema inmunitario fortalecido y hacer frente sin dificultad a cualquier infección se aconseja una dieta general sana (ver recuadro).
Recurrir a medicinas como la ayurveda, la tradicional china (acupuntura, fitoterapia), y desintoxicar el organismo mediante hidroterapia, masaje, barros, etcétera, ayudará a mantenernos sanos. En el terreno de las esencias florales de Edward Bach, tan útiles para tratar los trastornos emocionales que afligen al ser humano, también existe una esencia específica con poder antibiótico. Se trata del manzano silvestre (crab apple), una esencia que ayuda a depurar y a obtener el sentido de la proporción. Precisamente porque es un remedio de limpieza por excelencia se le considera el “antibiótico” del citado sistema floral.
No hay duda de que las ventajas de consumir antibióticos naturales son innumerables. El hecho de que no generen resistencia por parte de las bacterias ya es suficiente para plantearse su empleo regular, pero no hay que olvidar que además favorecen el proceso de regeneración epiteliar, estimulan los mecanismos naturales de eliminación, favorecen el funcionamiento de los órganos en general, inhiben el crecimiento de los gérmenes patógenos y aumentan las defensas del organismo mientras que los antibióticos sintéticos suelen bajarlas.
ALIMENTOS ANTIBIÓTICOS PARA FORTALECER LAS DEFENSAS
Para reforzar el sistema inmunológico es conveniente que nuestra dieta esté compuesta de alimentos ricos en proteínas vegetales procedentes de LEGUMINOSAS (lentejas, garbanzos, habas, alubias); GRANOS INTEGRALES (arroz, avena, maíz, cebada, amaranto y quinoa); FRUTAS Y VERDURAS debido a su alto contenido de vitaminas, minerales y fitoquímicos, muchos del grupo de los flavonoides. Varios compuestos de éste grupo poseen efectos antibióticos y antivirales. Entre las mejores frutas para consumo frecuente podríamos destacar las ciruelas, ya que contienen casi todas las vitaminas del complejo B, lo que les permite ser valiosas frutas antibióticas de la naturaleza. Los ácidos grasos poliinsaturados de la piel refuerzan la protección de la membrana de todas las células del cuerpo, impidiendo así la entrada de bacterias causantes de infecciones y enfermedades. Refuerzan el sistema inmunitario y el corazón.
Para prevenir las infecciones conviene asimismo reducir al máximo el consumo de harinas, azúcares refinados, lácteos y carnes. Su alto contenido en grasas saturadas y sus deficiencias de ácidos grasos omega 6 y omega 3 ejercen un efecto negativo sobre las defensas y favorecen en cambio las infecciones recurrentes.
Existen asimismo planta medicinales con poderosos efectos antibióticos directos o bien activadores de las defensas (ver recuadro) que conviene consumir con cierta regularidad o utilizar expresamente como alternativa a los antibióticos químicos cuando sea preciso. Alimentos con elevadas dosis de vitaminas como la A (retinol) ayudan a mantener la integridad de los epitelios, que es por donde entra cualquier infección. Otras vitaminas básicas son la vitamina E (antioxidante) ya que la oxidación celular aumenta considerablemente durante las infecciones. El ácido ascórbico o vitamina C suele usarse asimismo en los procesos infecciosos porque aumenta las defensas frente a los gérmenes. Otro nutriente importante para ayudar al cuerpo a luchar contra la infección fabricando anticuerpos específicos es el zinc, ya que disminuye la severidad de los síntomas y acorta la duración del episodio infeccioso.
La ingestión de prebióticos (sustancias que se encuentran en alimentos como el trigo, ajo, melocotones, la cebolla, la remolacha o las alcachofas, y/o probióticos (se encuentran en alimentos como el yogurt y leches fermentadas, ambos ricos en lactobacilos acidofilus) en nuestra dieta diaria, ayuda a equilibrar y mantener saludable la flora intestinal y la vaginal disminuyendo así la susceptibilidad de sufrir infecciones de estómago, intestino y vaginal. Así mismo, los prebióticos y probióticos son vitales en aquellas personas que están recibiendo tratamiento médico con antibióticos, ya que reponen la flora intestinal y vagina (lactobacilos) destruida por los antibióticos, previniendo así la aparición de diarrea. En general, tienen un importante papel como anticancerígenos, sobre todo contra el cáncer de colon.
PLANTAS Y OTROS REMEDIOS NATURALES
Son numerosas las plantas medicinales de reconocidas acción antibiótica frente a bacterias, virus y hongos. En general, estos antibióticos naturales pueden encontrarse en herbolarios y farmacias a precios razonables. Pueden emplearse con fines preventivos y para reforzar el sistema inmunitario, así como para tratar diversos problemas de salud. Aquí destacamos algunos de los más efectivos, pero tampoco deben olvidarse el enebro, la acacia, la miel, la usnea, la hidrastis, el ajenjo, la cryptolepsis, el eucalipto y la salvia. Todos ellos poseedores asimismo de potentes poderes antibióticos.
Árbol del té (aceite): Esencia etérica obtenida de las hojas del árbol del té australiano. Alternativa eficaz y bien tolerada en el tratamiento del acné, inflamaciones vaginales, micosis por cándidas en boca, garganta e intestino, enfermedades infecciosas de tipo bacteriano y vírico de las vías respiratorias y micosis de la piel y las uñas.
Equinácea: Posee efecto antipirético, es decir, baja la fiebre. Desintoxica los residuos metabólicos de infecciones provocadas por serpientes venenosas o alacranes. Actualmente hay más de 250 medicamentos anti-infecciosos que la contienen, especialmente para infecciones de las vías respiratorias. Tiene un efecto activador de las dos ramas de la inmunidad, tanto la celular como la química o humoral. No tiene rival en el tratamiento de las infecciones de garganta por estreptococos, gripes y resfriados cogidos en fases tempranas. Excepcionalmente útil como aditivo a los polvos y pomadas antibióticas para aplicación externa sobre quemaduras, heridas e infecciones de la piel.
Jengibre: Posee fuerte acción antibacteriana contra distintos patógenos de los alimentos, sobre todo tres de los que ahora infestan los alimentos comerciales: shigella, escherichia coli y salmonella. También es activo contra muchas bacterias patógenas humanas. Se emplea eficazmente para tratar resfriados y gripes.
Orégano: Su aceite aromático es un excelente remedio contra cualquier infección aguda del tubo digestivo y de las vías respiratorias por su amplia acción antimicrobiana. De hecho, es eficaz contra los mismos gérmenes para los que actúa el tomillo.
Propóleo: Se trata de una mezcla de resinas de árboles recolectada por las abejas y transformada por sus secreciones digestivas. Es un antibiótico eficaz contra numerosos microorganismos. No produce efectos secundarios. Activa el timo, órgano fundamental del sistema defensivo y hormonal de nuestro organismo. Eleva el metabolismo celular, es útil en la prevención de resfriados, infecciones recidivantes de las vías respiratorias, amígdalas y órganos urinarios.
Regaliz: Es un gran estimulante del sistema inmunitario y posee una gran actividad antibacteriana. Específico para las infecciones de las vías respiratorias altas, resfriados, tos y ulceraciones del sistema digestivo. Se usa en infusión, en cápsulas, en tintura. Combate los siguientes microorganismos: bacillus subtilis, staphylococus aureus, salmonella typhimurium, escherichia coli, toxocara canis, entre otros.
Semillas de pomelo (extracto): Este extracto es activo frente a unas 800 cepas bacterianas distintas y unos 100 tipos de hongos. No tiene efectos secundarios si se emplea en dosis correctas, ni afecta a la flora natural que coloniza las mucosas de la boca, garganta, intestino y vagina. Puede emplearse ante todas las enfermedades de origen bacteriano, vírico o fúngico.
Tomillo: Contiene gran cantidad de aceite aromático (un 50% de timol) que es el responsable de su notable efecto antibiótico. Sus aplicaciones son múltiples. Puede tomarse en infusión contra la tos espasmódica y los diferentes aceites que se extraen de esta planta ayudan en caso de catarros y otras dolencias comunes. En general actúa contra los siguientes gérmenes: proteus, enterococos, estafilococos, estreptococos, pneumococos, alcalescens dispar y candida albicans.
CRUCÍFERAS Y LILIÁCEAS
Son numerosas las plantas crucíferas y liliáceas que poseen un intenso poder antibiótico.
CRUCÍFERAS: En este grupo cabe citar la MOSTAZA, el RÁBANO, la COCLEARIA y en especial el BERRO. El consumo de 20 gramos de berros permite obtener un potente efecto antimicrobiano que persiste en la orina durante horas, gracias a los compuestos azufrados especiales (S-metil y S-propilcistein-sulfóxido) que contiene esta planta.
LILIÁCEAS: A esta familia pertenecen AJOS, CEBOLLAS y PUERROS. Todos ellos contienen ácido tiociánico-HSCN cuya estructura química presenta complejos compuestos azufrados con gran poder bactericida. Además de favorecer la actividad de las enzimas involucradas en la desintoxicación de todos los sistemas del organismo, ayudan en el proceso de curación de heridas, ejercen efecto antiinflamatorio y analgésico y en especial el AJO y la CEBOLLA tienen un efecto anticancerígeno.
Otra liliácea con gran poder antibiótico es el ÁLOE VERA, que cuenta con más de 200 especies. Se han identificado hasta ahora más de 160 componentes en esta planta y posee sobre todo un principio activo –mucopolisacárido acemannan- que participa decisivamente en sus efectos medicinales, ya que posee propiedades antivirales, antibacterianas y antifúngicas.