domingo, 7 de noviembre de 2010

Ortorexia. La obsesión por la comida sana


 


El culto al cuerpo ha ido transformando los hábitos alimenticios de miles de personas. Esta preocupación, llevada al extremo, ha sido la causa de enfermedades tan graves como la anorexia y la bulimia. En ambos casos, lo importante era comer poco para tener un cuerpo 10. Con los años, estas patologías han derivado en una preocupación irracional sobre la calidad de los alimentos. Hay consumidores que sólo están dispuestos a ingerir productos catalogados como biológicamente puros, sin aditivos, sin conservantes ni colorantes. Incluso van más allá, porque dejarían de comer si no estuvieran seguros de que los alimentos que van a ingerir cumplen esas condiciones. El paciente ortoréxico convierte la comida en el centro de su vida. Y esta actitud puede resultar peligrosa para su salud y para su equilibrio emocional.


El origen

La palabra ortorexia proviene del griego orthos (justo, recto) y exía (apetencia), con lo que podría definirse como apetito justo o correcto. Por el momento este concepto no está recogido en ningún diccionario ni los síntomas que engloba son reconocidos como una enfermedad por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El creador del vocablo es Steven Bratman, un médico estadounidense -profesional de las medicinas alternativas- que durante años defendió la teoría de una dieta para alcanzar un estado de salud pleno. Estar concienciado por comer sano es perfectamente comprensible e incluso conveniente para el buen funcionamiento de nuestro organismo, porque previene algunas enfermedades. El problema surge cuando ese fin se convierte en una auténtica obsesión. Bratman experimentó en sus propias carnes las consecuencias que puede sufrir una persona que centra su vida en una alimentación excesivamente estricta o severa.

En los años 70 Bratman, graduado en la Escuela de Medicina de la Universidad de California, fue cocinero y agricultor de una gran comunidad en Nueva York, cuyos miembros defendían teorías alimentarias contradictorias. Se vio envuelto en una especie de secta gastronómica y decidió crear su propio régimen. « Me impuse una dieta de vegetales recién recogidos de la huerta y que masticaba no menos de 50 veces antes de tragarlos», afirma Bratman, quien se consideraba un «comedor de extremos». Acabó harto de su propia dieta y curó su obsesión por la comida natural con la ayuda de un monje benedictino, que le ayudó a ver el lado positivo de la comida china y los helados.

Después de pertenecer durante 25 años al Movimiento de Alimentos Naturales de Estados Unidos, Bratman inició una campaña contra las dietas estrictas. «La mayoría de los estadounidenses haría bien en mejorar su dieta, no hay duda sobre esto. Sin embargo, en el campo de los alimentos sanos, muchas personas se beneficiaría si se pasaran al bando contrario y no fueran tan estrictas», sentenciaba.

Bratman comenzó una estricta dieta alimentaria y terminó padeciendo un nuevo trastorno: la ortorexia nerviosa o la nociva obsesión por comer saludablemente. Acuñó el término en 1996 y publicó su propio libro sobre el tema, Health Food Junkies (Los yonquis de la comida sana), en el que relata su experiencia. Por si esto fuera poco, ha registrado su hallazgo en Internet, www.orthorexia.com


De la dieta, al trastorno

El caso de Steven Bratman constituye un buen precedente y un aviso para el futuro. La tendencia -compulsiva en muchas ocasiones- por conservar una figura esbelta ha terminado en enfermedad. Ha sido el caso de la anorexia y la bulimia, donde el problema era la cantidad de comida ingerida. En la ortorexia ocurre lo contrario: la obsesión es por la calidad de los alimentos, no por su cantidad.

De una dieta estricta, controlando el consumo de ciertos alimentos, se pasa al trastorno obsesivo. Pero hay mucha controversia sobre este trastorno de la conducta alimentaria (TCA). Las asociaciones médicas internacionales aún no la aceptan como una enfermedad. Y muchos médicos incluso rehúsan hablar del tema, como el jefe de la Unidad de Psiquiatría del Hospital Universitario de La Paz (Madrid), que señala que «clínicamente no tenemos nada que decir». Sin embargo, algunos psiquiatras lo ven como un problema fóbico, o como «una preocupación obsesiva y excesiva por el deseo de comer sano», en palabras del doctor Enrique Armengou, director de ABB, la primera clínica en España especializada en conducta alimentaria. En todos los casos de ortorexia, el miedo juega un papel fundamental. «Hay un pánico excesivo a comer de una forma convencional», explica este especialista en psiquiatría. Sin embargo, conviene diferenciar en este punto hábitos en la nutrición como la macrobiótica o la comida vegetariana, que «nada tienen que ver con la ortorexia», puntualiza Armengou.

La anorexia y la bulimia, que sí son consideradas como enfermedades, se hallan en la raíz de este nuevo trastorno de la conducta alimentaria. El paciente ortoréxico ha pasado previamente por una de las dos patologías citadas y según el doctor Armengou, «se ha quedado con un planteamiento de dieta inadecuado, que termina transformándose en obsesión», agrega.

Según Bratman, quienes padecen ortorexia nerviosa rechazan la carne, las grasas, los alimentos cultivados con pesticidas o herbicidas y los que contengan sustancias artificiales, pero su obsesión por comer sano va más allá y se preocupan incluso por la forma de preparación de su comida y los recipientes en que los cocinan. Se decantan por verduras cortadas de una forma determinada y las cazuelas o platos que utilizan deben ser preferiblemente de madera o cerámica.


Síntomas clave

Todo tiene que estar perfectamente controlado y supervisado. Las víctimas de esta tendencia alimenticia son personas que leen hasta la letra pequeña del producto, antes de comprarlo. Planifican sus menús con semanas de antelación; no comen fuera de casa, ni con los amigos, por temor a que contaminen su comida con algún producto no apto para su consumo. Y en el extremo, son capaces de quedarse sin comer si no están seguros de lo que van a ingerir.
Para el doctor Armengou, la pérdida de la sociabilidad, «por seguir una dieta caprichosa», es una de las consecuencias psicológicas de la ortorexia. Pero, en el fondo de todo, subyace el miedo. «Al igual que la anorexia y la bulimia, la ortorexia es una forma inadecuada de manejar la angustia», afirma el médico.
Entre las consecuencias físicas destacan los déficit nutricionales, como la anemia y la pérdida de vitaminas. La dieta saludable se transforma en una auténtica obsesión, que «puede impedir que el cuerpo se beneficie de la nutrición básica», afirma Bratman.
Y como no, los trastornos pueden derivar en auténticas excentricidades. Tales como las de las estrellas de Hollywood, que no sienten reparos al proclamar su régimen alimenticio. Así, Julia Roberts sólo consume leche de soja; Wynona Rider bebe Coca Cola orgánica; Jean Paul Gaultier bebe 68 zumos de naranja diarios; Jennifer López come tortillas elaboradas sólo con clara de huevo; Marlon Brando analiza cada yogur, comprobando que no tiene grasas...


Preguntas clave

A pesar de la creciente incidencia de la enfermedad, apenas hay tratamientos para combatir la ortorexia. Por el momento no existen fármacos ni medicamentos para poner fin a esta conducta, pero siguiendo unas pautas psicológicas y alimentarias «se puede ayudar al paciente a expresar la angustia de otra forma», matiza el doctor Armengou.
Sin embargo, es posible realizar un análisis clínico y diagnosticar quién sufre este trastorno alimentario. Bratman estableció unas pautas para diagnosticar esta patología, a través de las siguientes preguntas:
·         ¿Pasa más de tres horas al día pensando, incluso dándole vueltas, a su dieta sana?
·         ¿Se preocupa más de la calidad de los alimentos que del placer y el disfrute de comerlos?
·         ¿Conforme aumenta la calidad de su comida, cree usted que disminuye su calidad de vida?
·         ¿Se siente culpable cuando se salta sus convicciones dietéticas?
·         ¿Planifica hoy cada detalle de lo que va a comer mañana?
·         ¿Le aísla socialmente su manera de comer?
·         ¿Se ha vuelto más estricto consigo mismo?
·         ¿Aumenta su autoestima cuando cree que come alimentos sanos?

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